Año y medio duró el gusto de tener una ruta de transporte público rápida, eficiente, segura y limpia, sin la invasión de los molestos vagoneros, la incomodidad de la guácara en los pisos, los rayones de vidrios y grafitis con obscenidades en todos los sitios visibles, en la que uno podía ir y venir de extremo a extremo de la ciudad sintiéndose lejos de ésta y sus vicios, como pretendiendo estar en el primer mundo.
Pero nel, resulta que todo valió madres, que era sólo una ilusión, una fantasía sacada de un capítulo de Los Simpson (1989, temporada 4, capítulo 12: Marge contra el monorriel), porque al igual que en la caricatura, la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México colapsó, puso en riesgo las vidas de miles y Joel Ortega, director del STC, es nuestro Homero Simpson (se parecen) y frenó el problema antes de que descarrilara y se fuera al vacío como en la película de Batman begins (¿qué onda con mis referencias?).
La mitad de la ruta estará fuera de servicio hasta que nivelen los puentes que mal construyó Marcelo Ebrard, anterior alcalde del DF, y mientras tanto esos miles que ya se habían acostumbrado a la buena vida en el transporte público deberán pasar meses en el tráfico dentro de un incómodo camión guajolotero RTP, que ni siquiera tendrá carril confinado para circular y andar a la misma velocidad que el tren.
Taxqueña volverá a ser la terminal más cercana a ese desierto que es el oriente de la ciudad.
Pronostico caos y miedo, mucho miedo.
¡Uts!
Columna que se pública en el periódico Basta!
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