La niña de la Biblioteca

29 de junio de 2011



Se cuenta que en una biblioteca, todos los días subía al área de lectura una niña y que el encargado le decía:

- Ya vamos a cerrar, no te va a dar tiempo -

A lo que ella contestaba:

- Sólo voy a echar una ojeada -

Y el encargado accedía una y otra vez, pero la niña nunca bajaba.

El encargado cansado de aquella broma, revisó los datos de la estudiante en la computadora y al día siguiente como de costumbre la niña volvió a preguntar:

- ¿Me deja subir un momento? -

- Sí pero espera un poco, ¿Te puedo preguntar algo? -

- Sí, dime -

- María, ¿Es verdad que tus padres tuvieron un accidente? -

- Sí -

- Y ¿es verdad que murieron? -

- Sí -

- Y ¿tú ibas con ellos en el coche? -

- Sí -

- Entonces, María... ¿Tú estas muerta? -

- SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII -.



Adaptación de un texto encontrado en http://kruela.ciberanika.com/leyen31.htm

Mario Vargas Pirata

19 de junio de 2011



Hay personajes con un estilo inconfundible. (Me reí mucho cuando escuché esta grabación).


Con ustedesssssss.... Mario Vargas versión pirata.

¡Fuego en la pista!

Abrochate a la vida

18 de junio de 2011



Hay tres ciudades donde he pasado mas de 15 dias. La Ciudad de México, donde he vivido toda la vida, después la ciudad de Queretaro y el tercero es un lugar al que recuerdo con mucho cariño: Celaya, Guanajuato "La Puerta de Oro del Bajio".

Tengo varias grabaciones radiofónicas de Celaya pero hoy escucharemos una campaña sobre el uso del cinturón de seguridad.






Groucho Marx

16 de junio de 2011


"Estuve tan ocupado escribiendo la crítica que no pude leer el libro".


Jingles - Orbita 105.7

15 de junio de 2011



Para que no digan que estoy contra la Radio Pública vamos a escuchar un "jingle" que me gusta mucho.

("Jingle" en terminos simples, es la musiquíta que identifica una estación de radio)

A traves de internet he podido escuchar identificativos de diversas estaciones de radio del mundo y este me parece a la altura de los mejores.

La estación ya desapareció y pertenecía a conocido grupo radiofónico gubernamental, aunque la programación no me convencía del todo su jingle me parecía excelente.

Te prometo serte fiel y fiel hasta la muerte,

el Universo del Rock 105.7...


Abel Membrillo Pirata

13 de junio de 2011



Siempre he pensado que la imitación es la forma mas pura del reconocimiento.

Por eso me sorprendí al escuchar este comercial.

Con ustedes, Abel Membrillo... versión pirata.

Chespirito

10 de junio de 2011


A los 40 años grabó el primer programa del Chapulín Colorado y a los 41 años el primer programa del Chavo del Ocho.

El Noticiero del Ayer - La Carretera del Amor

8 de junio de 2011



Con música de La Pesera del Amor. "La ruta directa hacia tu corazón".

Súbale... súbaleeeeee



Inauguran "carretera del amor"
Diego Fernández de Cevallos prestó la maquinaria para la obra que unirá a los municipios de Arandas y Tepatitlán, Jalisco


Guadalajara , Jal. Conocida desde el inicio de la obra entre los pobladores de Tepatitlán y Arandas en los Altos de Jalisco como la "carretera del amor", ayer por la tarde fue inaugurada la vía de cuatro carriles que une a estos dos municipios.

Son 32.5 kilómetros de extensión carretera, de un total de 43.4 kilómetros que fueron construidos en poco más de un año con recursos del estado, de los municipios e inversión privada y con maquinaria que prestó sin cobrar el senador Diego Fernández de Cevallos.

Ayer por la tarde bajo un cielo nublado, el senador, acompañado por su novia Liliana León Maldonado, originaria de Arandas, y autoridades estatales y municipales, inauguraron esta ampliación de la carretera Tepatitlán-Arandas.

Oficialmente se señala que Fernández de Cevallos prometió en el 2003 al entonces candidato y hoy presidente municipal de Arandas, José Luis Magaña, apoyar la ampliación de la carretera.

Habitantes de ambos municipios aseguran que más que la ejecución de una promesa de campaña fue el cumplimiento de un compromiso sentimental.

"Por más de tres sexenios la población de Tepatitlán y Arandas han luchado por que se arreglara la carretera y hasta ahora se logró con el apoyo del señor senador que tiene una novia en el pueblo", agradeció entre el público asistente a la inauguración Fernando Gómez, regidor de Arandas.

De acuerdo con información del gobierno del estado, el costo de la obra ejecutada ascendió a 334 millones de pesos con un ahorro por el apoyo de la maquinaria prestada de 32 millones de pesos.

Para el presidente municipal de Tepatitlán, Leonardo García, el nombre de la carretera es lo de menos: "Si es del amor o es del agave, no nos interesa el nombre, lo que importa es que la región de Los Altos tiene una arteria vital de comunicación terminada", mencionó.

El senador, por su parte, señaló que no hay nada que agradecerle, "tenemos que darle gracias a Dios, pero además que no haya malentendidos, bajo ninguna circunstancia tienen que agradecerle a Diego Fernández de Cevallos el que esta obra hoy se estrene, se inaugure y quede para siempre", dijo al mencionar: "El agradecido debo ser yo". Y agregó: "Es una carretera que seguramente va a unir el esfuerzo, el trabajo, la amistad y el amor de toda esta zona".

Para concluir, aclamó: "Qué extraño que los amores imploren yo del destino si estoy enfermo de amor por las reinas y flores que adornan este camino".

El evento concluyó con una cabalgata. El senador y un grupo de charros recorrieron algunos kilómetros de la carretera.

Sábado 05 de febrero de 2005
Ulises Zamarroni Martínez/Corresponsal | El Universal

No se duerma en el Metro

6 de junio de 2011



Hay cosas en la vida, y eso incluye a esta Cd de México, que más vale que nunca averigüemos. La ignorancia nos permite dormir con placidez en la noche, y concentrarnos en nuestros respectivos trabajos. Por ejemplo: ¿Se ha preguntado usted qué les sucede a las personas que se quedan dormidas en el Metro, cuando éste llega a la Terminal de una línea, lo que causa que no escuchen la advertencia que les pide abandonar el vagón y sigan adelante en el mismo, adentrándose en un profundo túnel oscuro que aparentemente no lleva a ninguna parte? La verdad es que esa es una de esas cosas que en realidad no nos conviene averiguar, si es que queremos mantener la ilusión de que vivimos en un universo racional.

Sin embargo, no está de más tomar algunas precauciones sencillas, que bien pueden evitarnos experiencias en verdad lamentables. Una de ellas es la de no dormirnos nunca en el Metro; en especial, después de la puesta del sol. Para Arturo Marquina, periodista ya no tan joven, y autor ocasional de relatos de ficción científica, cuentos de horror y novelitas policiacas, ese descuido le produjo un extraño desarreglo que sus amigos califican casi de locura. Se niega Arturo, quien es una persona sensata, racional y de buen humor, a acercarse siquiera a las entradas al Metro. Se niega también a pasar por encima de las ventilas o registros del sistema de Transporte Colectivo de esta capital. En eso puede ponerse hasta agresivo y desagradable. Marquina se niega a hablar de esa extraña fobia que lo aqueja.

Siempre logra desviar la conversación cuando se le interroga al respecto. Sólo una vez, en una cantina de Bucareli, después de varias horas de consumo y animada conversación, llegó un momento en que se puso serio e hizo una advertencia a uno de los amigos, que le dijo que usaba a el Metro cotidianamente y en especial a muy altas horas de la noche. “¿Llegas a alguna terminal a esas horas?, preguntó Arturo. Ante la respuesta afirmativa, nuestro amigo abandonó su discreción. “¿Tú has sabido qué le ocurre a las personas que se quedan dormidas en los vagones que siguen avanzando después de la última estación?-“La verdad, no”-repuso su compañero. “Yo sí lo sé”, continuó Arturo.”Esto que te voy a contar no es un cuento, te pido que me lo creas, por tu bien. Nunca lo repetiré ante ustedes”.

Fue hace justo un año. Serían cerca de las once de la noche y salía yo del trabajo después de un día durísimo. Tomé el Metro en la estación Hidalgo, y me dirigí hacia Tacuba. Ahí transbordé hacia Barranca del Muerto. Ya a esa hora, el Metro va casi vacío. Cerca de Tacubaya me quedé dormido. El tren llegó sin duda a la Terminal, sin que yo despertara. No oí la distorsionada voz de advertencia que sale del sistema del sonido, ni el insistente pitido del silbato electrónico que anuncia las paradas. Después, unos segundos después, cuando ya el vagón se dirigía hacia el inquietante túnel que continúa el trayecto, alcancé a ver el letrero y la insignia de mi estación de destino la cual quedaba atrás. Con preocupación y fastidio, pude ver que no iba solo. Unos asientos más adelante iba un tipo viejo y desastrado, en evidente estado de ebriedad que seguía dormido y cabeceaba con cierto ritmo. Pensé que quizá este tren cambiaría de vía y regresaría por el mismo trayecto en unos momento más. Pero no fue así.

“El vagón siguió adelante, se desvió hacia la derecha y después de avanzar varias decenas de metros, hizo alto en un lugar totalmente oscuro. El motor se detuvo y lo mismo la ventilación. El silencio más absoluto cayó sobre nosotros. Fue entonces cuando las luces se apagaron. Ahí, empecé a sentir algo de miedo. Había un poco de claridad, proveniente de la parte posteior del túnel. Por fortuna, traía mi linterna de bolsillo y además ésta tenía pilas. Me paré y me dirigí a mi aún dormido compañero de tribulación. Me acerqué a él y lo sacudí por el hombro. Me preguntó qué pasaba y rápidamente le expliqué nuestra situación. Respondió con una imprecación y puso su rostro contra la ventana para tratar de ver dónde nos hallábamos.
Me di cuenta que este vagón se quedaría ahí toda la noche, por lo que me dispuse a tratar de forzar una de las puertas. Era inútil, me convencí que sólo saltando a través de una de las ventanas podríamos salir del carro. Fue entonces cuando oí un ruido en el techo. Algo cayó encima del vagón y recorría el techo. De pronto, se escuchó otro ruido en el extremo opuesto del carro. Dirigí el haz de mi linterna y pude ver una sombra que caía al suelo después de haber entrado por laventana. “¡Vaya, al fin!… ¡Oiga, necesitamos que nos ayude a salir!” No hubo respuesta. El borracho fue más directo. Avanzó hacia el intruso y lo tomó por las ropas. “¡Sáquenos de aquí! ¡Esto es un atropello, malditos burócratas!”. El extraño no respondió, sólo levantó una mano.

“A la luz de mi linterna pude ver que era blanca como la harina, delgada y fibrosa, y con unas larguísimas uñas que semejaban garras. Como un rayo, esa mano rasgó la garganta del pobre vagabundo. Fue entonces cuando vi el rostro del ser que tenía enfrente. Pálido, calvo, con enormes ojos amarillos, orejas largas, una nariz grotescamente respingada con dos protuberancias carnosas en la punta. Vi como abrió la boca llena de dispares y puntiagudos dientes, que pronto recibió el borbotón de sangre que salía del desafortunado pasajero. Fue en esos momentos cuando recibieron mis narices la patada del nauseabundo olor que despedía esa criatura. El espectáculo y el olor me hicieron de inmediato vomitar.
En medio de las arcas de la basca, escuché otro ruido metálico detrás de mí. ¡Alguien más entraba al vagón por otra ventana! No esperé un segundo más. Me lancé hacia el primer intruso, que aún se cebaba en su víctima, y derribándolos a ambos llegué a la ventana por donde había penetrado el primer monstruo. Escuché un forcejeo detrás de mí, con el que sin duda el invisible perseguidor se abría paso también entre la pareja víctima-victimario que se interponía entre nosotros. Salté fuera del vagón y logré caer en el suelo sin dislocarme siquiera un tobillo. Emprendí la huída, como un poseso, hacia el extremo iluminado del túnel. Detrás de mí se dejaba oír un jadeo que acompañaba rítmicamente a un penetrante chillido.

“La luz aumentaba poco a poco. Sentía que mi perseguidor rápidamente iba descontando ventaja. Decidí voltear la cabeza… y quizá eso sea lo que más me ha desgraciado la vida de toda esa experiencia. Vi a un ser similar al que había despedazado al pobre ebrio en el vagón, nada más que éste mostraba una regocijada sonrisa idiota. En la penumbra del túnel veía su tez, amarillo limón, y su larga frente con que se relamía con anticipación. Por fortuna, de frente llegaba otro tren de vagones del Metro. Salté a su paso y alcancé la parte central del túnel. Mi perseguidor no quiso hacer lo propio. Recorrí los últimos metros que me separaban ya de la iluminada estación. Al llegar a ella, subí al andén. Justo a tiempo. Unos metros atrás la criatura, que se había desplazado por el techo del túnel, asida de sus largas garras, tanto de manos como de pies, cayó detrás de mí y alcanzó a lanzarme un zarpazo a la pantorrilla”.
Arturo nos mostró una cicatriz, que aún dejaba ver las huellas de una prolongada infección que apenas había sido dominada.
“Ya en el andén, emprendí la carrera hacia la calle. No me detuve hasta llegar a mi departamento, donde atranqué la puerta y me refugié en un garrafón de mezcal.

“Me expliqué por qué en los talleres del Metro se trapea y se friega con tanto esmero el piso de los vagones todas las mañanas. ¡No se duerman en el Metro! Si lo hacen, corren el peligro de, por lo menos, no volver a dormir nunca más con tranquilidad”..


Cuento corto de Mario Mendez Acosta



Abel Membrillo

5 de junio de 2011



Primero Juan Ramón Sáenz y ahora Abel Membrillo... bueno... ¿De que se trata?

Como me hacía reír en los tiempos de "El Paso 67" un excelente programa de Rock 101 y que alguna vez mencioné en el primer blog de la coctelera.


Me cuesta trabajo creerlo.

A una semana de su fallecimiento, hoy, vi en el Periódico "Basta" la columna de Juan Ramón Sáenz sobre temas paranormales y hace unos momentos escuché a Abel en los comerciales de Iniciativa México.

Nunca imaginé que escucharía sobre su muerte en los noticieros, al menos no tan pronto.

Como dice Mauricio Belloc en el sitio web del periódico "El Mañana":
"Como no se mueren otros, cómo diablos no se muere “El Pelos”, “El Tuercas”, “La Loba”, “El Perro” y “La Tripa”, esos que andan jodiendo a medio mundo y que ni por equivocación les pasa nada.

Comen fierro, tachuelas, vidrio, plástico y se meten de tocho morocho y a los muy jijos de su Pink Floyd, no les pasa absolutamente nada.


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