"Vivo la vida un cuarto de milla a la vez, y durante esos diez segundos o menos soy libre y nada más importa”Le dice Dominic Toretto a Brian O’Connner en Rápido y furioso 1, y desde ese momento, después de ver cómo le ganan a un Ferrari con un Toyota anaranjado y súper naco, aplico esa filosofía a toda mi existencia, desde la comida que me acabo de un bocado, hasta en el sexo... bueno, ejem, en eso no.
Es como el Carpe Diem del Romanticismo (la corriente filosófica, nada que ver con algún disco de boleros de Luis Miguel), sólo que más chido porque es una película de coches, viejas y balazos, que ultimadamente es todo lo que se necesita para ser feliz.
La noticia de su muerte me llenó de una profunda tristeza y hasta me cortó la cruda, con lo que creo y hasta me dio diabetes. Las lágrimas se derramaron sobre la pantalla táctil de mi teléfono celular, donde me enteré de la tragedia, irónicamente suscitada en un accidente de automóvil a gran velocidad.
Tan joven, tan rubio, tan de ojos azules, tan macho, tan guapo. Levanté la vista y estaba Chabelo en la tele, lo que me dio más coraje (¡ay qué joto).
Lo peor fue que al manejar, en domingo y sin tráfico, no lo hice a mis acostumbrados 150 kilómetros por hora en Periférico, más por miedo que por respeto, porque si el güey que logró atravesar Río de Janeiro con una caja fuerte de diez toneladas atada a la defensa de un Dodge Charger no pudo ganarle la carrera a la muerte, pues yo mucho menos.
¡Chá!
Columna que se pública en el periódico Basta!
2 comentarios :
¡Abranla que lleva bala!
A mi también me gusta retar al peligro, por eso cruzo a pie Avenida Revolución cuando el semáforo está en rojo.
Uno que es intrépido.
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